María José se encuentra
sentada en su despacho, desde donde puede observar a todos los trabajadores de
su Notaría, a la misma vez
que a las demás personas que pasan por allí. En esos momentos está repasando unas escrituras que
debe tener preparadas para el día siguiente, cuando su cliente con el que se ha
citado a las doce de la mañana, se presente a firmar. Está tan enfrascada en la
lectura que al escuchar el
sonido que produce la entrada de un mensaje en su móvil piensa:
—Ya lo veré después— y lo olvida
al instante.
Al acabar su trabajo, recuerda
que no ha mirado el teléfono y decide que ha llegado el momento, y lee:
Buenos
días Javier, me voy adaptando bien a las plantillas y sigo tus consejos al pie
de la letra, aunque me van mejor en los zapatos, —se nota lo que has rebajado—,
el problema surge al meterlas en las botas porque se dobla la punta
y cuesta mucho que entren; eso toca las narices cuando vas corriendo,
pero tiene solución con paciencia. Lo que me preocupa más son los
dolores articulares desde el cambio. El osteópata dice que tendríamos que
revisar los apoyos. ¿Tú qué opinas?
María
José pone cara de circunstancia y le responde a su amiga Toñi:
¿Qué
dices?
A lo que
ésta contesta: No entiendo tu pregunta, ¡explícate!
De nuevo María
José escribe: Creo que te has debido equivocar, de todas formas si es un
escrito de esos que corren por whatsapp, lo volveré a leer con paciencia a ver
si le encuentro la gracia.
Al
momento Toñi contesta:
—Perdona,
me acabo de cambiar el teléfono y tengo los números liados ¿eres el
podólogo?—
—Nooooo,
soy tu amiga María José.
—Ostrasssssss,
Madre mía la que he liado.
Javier
Martínez, es un podólogo de reconocida reputación en la gran ciudad donde
vive Toñi, tanto por su trabajo como por su honradez, la cual siempre ha
quedado demostrada con hechos.
A las
diez de la mañana se encuentra almorzando con su esposa en una elegante
cafetería del centro, son un matrimonio perfecto y siempre hacen un descanso en
sus trabajos para verse. Él tiene el móvil sobre la mesa, cuando el sonido le
advierte de que le acaba de entrar un mensaje; su esposa ni corta ni perezosa y
con la confianza que les caracteriza, lo toma y lee:
Buenos
días cariño mío ¿cómo estás? No sabes la alegría que me diste anoche cuando
recibí tu llamada, creía que te había perdido; no me contestabas al teléfono y
la verdad, no veía motivo alguno para que te despidieras de mí de esa manera.
Sabes que te debo mucho, que has cambiado mi vida en pocos días, que te admiro
por ser cómo eres, para mí la persona más especial del mundo y no digamos
nada de tu originalidad y sabiduría, ya quisieran muchas personas parecerse a
ti,
¡mi cielo!.
Eres la
caña y un sol para mí. Llenas mi corazón de alegría con tu presencia y soy feliz
cada vez que nos vemos. Mi vida había perdido el sentido
hasta que tú me abriste la ventana por la que entró aire nuevo. Mis ilusiones
se perdieron unos días antes, cuando se me cerraron todas las puertas del
futuro. Gracias por seguir ahí, sabes que te quiero y que puedes contar conmigo
para lo que necesites, cuídate y hasta pronto, Muakkk.
Como es
natural a la señora Martínez estaba a punto de darle un patatús. El podólogo
rojo como la grana no entendía nada. Por más que su esposa le preguntaba, él no
salía de su asombro ni sabía quién era la persona que le dirigía aquellas
palabras.
Mientras
tanto las dos amigas han seguido enviándose mensajes:
—Nena—,
le dice la una a la otra, —he equivocado los mensajes y no te quiero decir lo
que te escribía a ti, te daba las gracias por lo que has hecho por mi marido y
por mí, por lo que te estaremos eternamente agradecidos y que debe haber
recibido el podólogo al que solo he visto en dos ocasiones, pensará de mí que
soy una fresca desvergonzada—; y le explica con pelos y señales el mensaje que
le ha enviado al doctor.
María
José se pone en el lugar del médico y arranca a reír a carcajadas. A través de
los cristales sus empleados y clientes la miran creyendo que se ha vuelto
loca, mientras su amiga desesperada no sabe cómo arreglar el entuerto.
Pues sí.Estas cosas pasan. Bonita historia.
ResponderEliminarGracias amigo por tu comentario, pues sí esto pasó...
ResponderEliminarEstas conversaciones incoherentes pasan a veces, y te descolocan bastante. Un buen relato, gracias por compartirlo.
ResponderEliminarAprovecho para desearte muchos éxitos en esta nueva andadura.
Un abrazo y feliz día.
Muchas gracias, sabes que eres parte implicada
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