miércoles, 27 de abril de 2016

LA SOLEDAD DEL ALZHEIMER





Difícil mantenerse impasible ante tanta soledad, silencio no buscado, ni pedido, ni deseado, pero hallado un día por sorpresa y del que nunca más habrá tiempo, ni oportunidad para desprenderse.

¿Qué significan esas sonrisas sin vida?
¿Por qué casi te traspasan fijos sus ojos, esperando los tuyos?
¿Qué sensación produce tu mirada en ellos? 

En la mayoría de las ocasiones ni tan siquiera sabes si miran, o es un acto reflejo de sus mentes confundidas.

Son momentos terribles y desgarradores que a veces tratas de acortar, para evitar sumergirte en un latente sufrimiento que se queda impregnado en la piel y en el cuerpo entero. Apelas a la invulnerabilidad, para  resistirte a la primera  intención, que es abandonar a toda prisa ese entorno tan desolador.

Pero los sentimientos son incontrolables y no sirve de nada negarse a ellos, pues cuanto más deseas alejarte, más te agrietan y te rompen, dejándote hecho  trizas, hasta que con un gran esfuerzo, logras apartar de la mente tan doloroso trance para conseguir permanecer en su compañía.

Miras a uno y a otro, ¡se hace muy duro observarlos por separado!, pudiendo casi descifrar como eran sus vidas anteriores. Y sientes como al hacerles una caricia, te premian con una sonrisa, provocando que se derrumbe la poca fortaleza que te queda. Cuentan retazos de sus recuerdos más preciados, de esa vida que les ha cerrado las puertas de la memoria.

De pronto murmuran: ¿Quién eres?  Y explican un hecho que ocurrió hace años, del que te haces eco, como si  lo hubieses presenciado,  te introduces en la conversación y al poco rato estás a la deriva, como ellos. Lamentas su tristeza, cuando sin darse cuenta sacan a la luz, secretos que han guardado toda su vida, pero son recuerdos tan sublimes que ni siquiera la innombrable maldita enfermedad ha conseguido arrebartarles.

De vez en cuando alguien te toma de la mano y canta una canción, entonces notas un nudo en la garganta, al escuchar de sus labios un pequeño suspiro, le acompañas en la melodía y al acabarla, un aplauso le hace sonreír. Con disimulo, giras la cabeza para ocultar una lágrima que desciende por tu mejilla sin poder retenerla.

Intentas comprender:  ¿por qué ya solo les queda eso?, pero es algo imposible de lograr. Y abandonas el lugar con el desánimo reflejado en el rostro y en el corazón. Casi todos levantan la mano para decirte: Hasta pronto, e incluso alguno lanza un beso al aire. ¡Imposible dilucidar si realmente tú eres el destinatario!

Cuando se lleva tanto tiempo visitándolos, cada uno de ellos  acaba convirtiéndose en un miembro más de tu familia, algunos con tanta intensidad que el día que faltan, algo se te rompe dentro,  y no solo les lloran los suyos, les lloras tú también; y en silencio pronuncias: “A revoire”, como  le gustaba despedirte los domingos por la tarde.

Un día cualquiera al llegar, las personas que les cuidan comentan  que alguno de ellos no se ha despertado. A pesar de la tristeza que te invade, en el fondo del alma te alegras y piensas que era lo mejor qué podía ocurrir:

Pues qué sentido tiene vivir una vida sin sentido.



jueves, 14 de abril de 2016

LAS JUGADAS DEL WHATSAPP



María José se encuentra sentada en su despacho, desde donde puede observar a todos los trabajadores de su  Notaría, a la misma vez que a las demás personas que pasan por allí. En esos momentos está  repasando unas escrituras que debe tener preparadas para el día siguiente, cuando su cliente con el que se ha citado a las doce de la mañana, se presente  a firmar. Está tan enfrascada en la lectura que al escuchar  el sonido que produce la entrada de un mensaje en su móvil  piensa: 
—Ya lo veré después— y lo olvida al instante.
Al acabar su trabajo, recuerda que no ha mirado el teléfono y decide que ha llegado el momento, y lee:

Buenos días Javier, me voy adaptando bien a las plantillas y sigo tus consejos al pie de la letra, aunque me van mejor en los zapatos, —se nota lo que has rebajado—, el problema surge  al meterlas en las botas porque se dobla la punta y cuesta mucho que entren; eso toca las narices cuando vas corriendo, pero  tiene solución con  paciencia. Lo que me preocupa más son los dolores articulares desde el cambio. El osteópata dice que tendríamos que revisar los apoyos. ¿Tú qué opinas?

María José pone cara de circunstancia y le responde a su amiga Toñi:

¿Qué dices?

A lo que ésta contesta: No entiendo tu pregunta,  ¡explícate!

De nuevo María José  escribe: Creo que te has debido equivocar, de todas formas si es un escrito de esos que corren por whatsapp, lo volveré a leer con paciencia a ver si le encuentro la gracia.

Al momento Toñi contesta:

—Perdona, me acabo de cambiar el teléfono  y tengo los números liados  ¿eres el podólogo?—

—Nooooo, soy tu amiga María José. 
                  
—Ostrasssssss, Madre mía la que he liado.

Javier Martínez, es un podólogo de reconocida reputación  en la gran ciudad donde vive Toñi, tanto por su trabajo como por su honradez, la cual siempre ha quedado demostrada con hechos.
A las diez de la mañana se encuentra almorzando con su esposa en una elegante cafetería del centro, son un matrimonio perfecto y siempre hacen un descanso en sus trabajos para verse. Él tiene el móvil sobre la mesa, cuando el sonido le advierte de que le acaba de entrar un mensaje; su esposa ni corta ni perezosa y con la confianza que les caracteriza, lo toma  y lee:

Buenos días cariño mío ¿cómo estás? No sabes la alegría que me diste anoche cuando recibí tu llamada, creía que te había perdido; no me contestabas al teléfono y la verdad, no veía motivo alguno para que te despidieras de mí de esa manera. Sabes que te debo mucho, que has cambiado mi vida en pocos días, que te admiro por  ser cómo eres, para mí la persona más especial del mundo y no digamos nada de tu originalidad y sabiduría, ya quisieran muchas personas parecerse a ti, 
¡mi cielo!. 
Eres la caña y un sol para mí. Llenas mi corazón de alegría con tu presencia y soy feliz  cada vez que nos vemos.  Mi  vida había perdido el sentido hasta que tú me abriste la ventana por la que entró aire nuevo. Mis ilusiones se perdieron unos días antes, cuando se me cerraron todas las puertas del futuro. Gracias por seguir ahí, sabes que te quiero y que puedes contar conmigo para lo que necesites, cuídate y hasta pronto,  Muakkk.

Como es natural a la señora Martínez estaba a punto de darle un patatús. El podólogo rojo como la grana no entendía nada. Por más que su esposa le preguntaba, él no salía de su asombro ni sabía quién era la persona que le dirigía aquellas palabras.
   
Mientras tanto las dos amigas han seguido enviándose mensajes:

—Nena—, le dice la una a la otra, —he equivocado los mensajes y no te quiero decir lo que te escribía a ti, te daba las gracias por lo que has hecho por mi marido y por mí,  por lo que te estaremos eternamente agradecidos y que debe haber recibido el podólogo al que solo he visto en dos ocasiones, pensará de mí que soy una fresca desvergonzada—; y le explica con pelos y señales el mensaje que le ha enviado al  doctor. 
— Desde luego ya no puedo volver más por su consulta.

María José se pone en el lugar del médico y arranca a reír a carcajadas. A través de los cristales sus empleados y clientes la miran creyendo que se ha vuelto loca,  mientras su amiga desesperada no sabe cómo arreglar el entuerto.